Una analogía poética, el pecado de la hybris. Este pecado consiste en que el ser humano, situado en un lugar intermedio entre los animales y los dioses, no acepta su lugar y se rebela.
Los mitos griegos nos traen múltiples ejemplos. Edipo bajando a la categoría de animal y siendo castigado. Prometeo, Ícaro o Ulises intentando asemejarse a los dioses y siendo castigados por ello.
Todos, como seres humanos, debemos hacer la elección frente a la servil resignación ante las fuerzas divinas o naturales, que no son tales, son aquello que nos supera y que se nos aparece como más poderoso que nosotros (se llame Dios, desastre natural, emperador o "mercados financieros"), podemos someternos, resignarnos, dejar correr nuestra insignificante existencia. O podemos pecar de hybris.
Es más, desechemos nuestro lado más bestial, animal y primario. Elijamos parecernos a los dioses, y aún cuando fallemos, aún cuando nuestros esfuerzos no sean recompensados, habremos conseguido por un momento de lucha, ser algo más que hombres insignificantes en el tablero del azar o en el tablero de los poderosos, seremos dioses que se rebelaron, y tal vez, consiguieron volver a robar el fuego a los dioses (como Prometeo), y traer una nueva luz y un nuevo bienestar a nuestra existencia.
Tal vez, hombre a hombre, mujer a mujer, seamos las gotas diminutas que provoquen una onda que cambie el curso del río de la Historia. Está en nuestras manos.
No digo que haya que ser héroes o suicidas. A lo que se refieren, tal como yo las entiendo, ideas tan dispares como dioses y superhombres, son al ideal que vemos como lo mejor del ser humano, y al que debemos aspirar.
Son nuestros actos cotidianos, no solo acciones aisladas y espectaculares, las que marcan la diferencia.
No sé si Ben Alí y Mubarak seguirían como dictadores de África de no ser por el acto extraordinario de Mohammad Bouazizi, que se quemó vivo como acto de protesta. Pero lo que sí sé, es que esos mismos dictadores seguirían en sus poltronas si no fuera por todos aquellos ciudadanos africanos que se convirtieron también en dioses, al vencer sus miedos y salir a la calle a protestar, a luchar contra la opresión aún a riesgo de sus vidas.
Un solo grito de protesta no es escuchado, miles y miles de gritos de protesta sí pueden serlo. “El todo es más que la suma de las partes”, o como diríamos los marxistas “la suma de cambios cuantitativos provocan cambios cualitativos”.
De nosotros depende, poner ese grano de arena, esa gota de esperanza, que se convierta en una gran ola humana de cambio por la suma de todos. Porque, juntos podemos conseguir, lo veamos o no, que haya “un día en que todos al levantar la vista veamos una tierra que ponga Libertad” (Labordeta).
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