Una poesía de un insomne trastornado.
Un perro soy, pues a la luna aullo.
A esa perra albina, que se burla distante.
Cansancio y desidia.
Muslos vacuos
y labios vacíos.
¡Basta de máscaras huecas!
De musas de plástico
y de bellezas de escaparate.¡Basta, no las quiero!
Mis labios saben a polvo,
mi corazón cría telarañas.
¿Qué es el hombre? Barro.
Simples, complejos,
quiero follarme a las mentes,
tampoco eso, tan solo
quiero la luz que anida
en esos ojos sapientísimos.
No puedo y ardo en llamas.
¡Muéstrate musa esquiva
que corres en mi sangre!
No aparece. ¿Qué hago?
Dormiré sobre pechos de hetairas,
Jesús y Mefistófeles serán
mis compañeros de copas.
¿Dios o el demonio?
¿Qué importa?
La carne es carne,
y la carne es débil.
Ahítos de pecado pensaremos:
"¿Muerta Helena, queda alguna musa?"
Sombras que se cruzan,
gritos en el silencio.
Miedo y Deseo se baten
en lucha interminable.
Cuando gana uno me enredo
entre brazos obscenos,
cuando gana el otro me pierdo
en divagaciones obscuras.
Sin locura y sin musas
muere el genio.
Genio y figura
hasta la sepultura,
la Muerte me acunó
y luego se marchó.
Me quedé solo en la casa
con mis Recuerdos.
El Amor no llamó
a la puerta, ¡ingrato!.
Soledad me invitó a unos tragos,
y después, borrachos y contentos,
hicimos un trío con la Noche.
¡Menage a trois, lo llaman!
A la mañana, cubierto
tan solo por mi vergüenza,
me despertó Aurora del lago de lágrimas
en el que nadaba con Angustia.
Despierto, lúcido y aliviado,
cogí una pluma y
me hice el harakiri.
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