jueves, 13 de febrero de 2014

Solitario para dos.

Velada triste, donde la caricia
se congela y el gesto inacabado,
en suspenso, duele.

Dudas en el reflejo
de un te quiero ausente.
Suspiros apagados
antes de fundirse.

Miseria de pasiones desbordadas.
Amor, no rechaces este verso.
Se escribe con las letras
de los besos que no te dí,
buscando la rima tras
tu olor que me persigue,
en un recuerdo dulce y tormentoso.

Soy el poema de Baudelaire:
"¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria,
qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,
a la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,
bajo cuya mirada floreciste de nuevo?"

Poema cuyo filo me corta.
Y sangra una gota,
cual lágrima salada.

Acércate y dime
por qué las penas
impiden un comienzo.

Inicio, principio, donde morder
las azucenas de tus fantasmas,
lamer cada pliego de la flor salada
donde quisiera ahogarme.

Que tus ojos me pidan el abrazo
de los brazos, de los cuerpos,
de los labios, piernas, de las lenguas,
de jirones de piel y suspiros
que se mueren por confesarse
y sentirse unidos por un tenue
orgasmo interminable.

Ámame, tan solo.
Que este huracán que escribo
me lleve hasta tu cama,
y una cascada de caricias,
desnude las palabras
que no supimos decirnos.

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