sábado, 22 de noviembre de 2025

El peso de un genocidio

 

No voy al gimnasio,

pero cada día

levanto

este peso en el pecho.


Como Atlas, se me viene

el peso del mundo

con el mero gesto

de encender la televisión o la radio.


No hay sofá que proteja

del estallido de las bombas

en mi conciencia


como no hay nada

que proteja a los niños

en Gaza

que reciben las bombas

sin que les pese a los asesinos

el pecho

o la conciencia.


La sangre roja

se vuelve transparente

cuando las televisiones pixelan

o los algoritmos silencian.


Facebook

lo creó un friki sin novia en la uni

al que no le importan

las novias y las niñas que jamás serán novias y que lucen

un sudario por velo.


La muerte que genera Israel

no acaba en Gaza

se propaga por las pantallas

y pudre nuestros corazones

cada vez que

deslizamos

(que es la forma,

 más cómoda,

 de apartar la mirada).


El Estado ocupante

está levantando

una colonia de indiferencia

en mi pecho

y temo que un día

me levante y no me reconozca

mi pecho no sea mi pecho.


Bendita carga,

levantarme cada día

y que el mundo me pese

en el pecho.


Es otro día más

sin que el sionismo

me haya liberado

del peso

de tener conciencia.