lunes, 2 de febrero de 2015

No sé escribir


No sé escribir poemas de amor.
No me lo pidas, por favor.

No tengo las palabras justas,
no sé describir
los ronquidos de la perra, ni tu risa.

Las palabras son apretadas y duras,
como para expresar
nuestro apretado y tierno abrazo,
o cómo mis dedos juegan
a hacer carreras de caracol por tu espalda.

No sé escribir, amor.
Cuando el lápiz aprieta el papel
no dibuja bien las curvas
de nuestras caderas chocando y rodando.

Y quién diga que esto es un poema: miente.
Poema es vivir, piel con piel, contigo.

Libres e iguales

Mi libertad acaba donde
comienza la tuya.

Libertad para tener un yate,
dos coches y una moto.

Libertad para tener un duplex,
un pisito en la playa
y otro para especular.

Libertad para que sobre
sueldo a final de mes.

Libertad para leer
mis opiniones en la prensa.

Libertad para pagar,
hipoteca, luz, agua, gas, vacaciones, bautizos, fiestas, detallitos, sorpresas y lujos.

Desahucios, precariedad y paro, silencio y censura, pobreza energética.

Tras el atracón o el atraco,
mi libertad acaba donde empiezan tus migajas.

In-Destino Delgado

Los mejores recuerdos a tu lado,
nuestros segundos y horas
de felicidad eterna,
pelean en mi estómago
con todas las dudas y discusiones.
Pero tranquila,
en la lenta digestión de la vida,
tú eres los nutrientes
que dan sentido a mi existencia.
Y toda la mierda, al final,
siempre queda fuera.

Viaje


Vamos al pueblo, me dices.
De acuerdo, digo con la cabeza.
Pero cuando recorremos
en coche el camino,
mientras leo a Orihela
Y tu conduces cantando
"Hasta siempre, Comandante".
Entonces, mi corazón quisiera
que el camino no acabara nunca,
que en el libro
nunca se acabaran las hojas,
que tu voz siguiera
siempre a mi lado, alegre.
Quisiera congelar el momento,
como las nieves
en la cumbre del Moncayo.

Religión de mercado


Nunca fui creyente,
hasta que me explicaron los milagros del capitalismo.



Con su mano invisible, hace que las bolsas
no contengan pan sino cifras,
bailando al son caótico de las aves carroñeras.


Con su mano invisible, ahoga
los precarios botes donde naufragan
migrantes esperanzas.


Con su mano invisible, multiplica los palos y las porras.
Con su mano invisible, nos roba la cartera y la mete
en una cuenta Suiza, cuenta cuentos, cuenta "Luis, sé fuerte".


Qué real su mano invisible, cuando nos aprieta el cuello.

Pero, ¿alguien, alguna vez, oyó que esa mano invisible acariciase o salvase a alguien?