miércoles, 11 de enero de 2012

Mi dulce revolucionaria.


Mi dulce revolucionaria.

Suave y escurridiza
como un rayo de luna.
Huyes al son del viento,
como el cabello de una ninfa
corriendo por el bosque.

Mi corazón no cabe
entre estos barrotes.
¿A qué esperas para derribar
los muros de mi prisión?
Quiero ver amanecer tu sonrisa
en el horizonte de tus labios.

Mis labios, ¿y mis labios?

Besan a la muerte
en una calada de tabaco,
mientras tú te esfumas
como la voluta de humo
llevada por la brisa.

viernes, 6 de enero de 2012

El hombre muere, su dignidad y su lucha no.


"Sí, llévame flores, allí,
a la fosa común,
donde caigan nuestros cuerpos,
que es lo único que
de nosotros pueden fusilar.
Si llegas a tiempo,
aunque esté frío,
dame el último beso,
me voy con esa esperanza...
No quiero lágrimas:
¡Acción, acción, es lo que necesita
la juventud y la clase obrera!
Para tí mis postreros besos, muñeca mía.
Que seas feliz. Te quiere, Genio"


Carta de Eugenio Mesón, carismático dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), a su compañera Juanita Doña, escrita a escondidas antes de ser fusilado en julio de 1941.

Fuente: "Decidme cómo es un árbol" (Marcos Ana, pág. 104)


Los hombres y las mujeres mueren, los altos ideales perviven (porque perviven las injusticias y la miseria del sistema capitalista). Hoy las banderas caídas son levantadas, orgullosas, por nuevos y jóvenes brazos. No es tarea fácil, tenemos el deber de continuar la lucha que emprendieron camaradas de una dignidad y una fortaleza sobrehumanas. Gente humilde que renunció a todo beneficio y bienestar individual, a todo egoísmo, en aras de una causa que ellos creían justa y que les brindaba la fuerza necesaria para sobrevivir a las más duras torturas y resistir las más difíciles pruebas. Vemos muy lejos, vemos un futuro distinto y lejano, donde el ser humano deje de explotar el planeta y de explotar a sus semejantes, donde paz y justicia no sean palabras vacías, vemos tan lejos porque avanzamos subidos en los hombros de los gigantes que nos precedieron: hombres y mujeres, algunos famosos, la inmensa mayoría luchadores y luchadoras anónimos, que dieron su vida por querer hacer al mundo el necesario regalo del comunismo.

Aunque no aparezcan los cuerpos, perdidos en grises cunetas donde florecen valerosas amapolas regadas en sangre, nosotros recordaremos, nosotros seguiremos luchando.
Aunque se borren los nombres de las lápidas, aunque reescriban manos cobardes la historia y esos héroes y heroínas caigan en el olvido, nosotros recordaremos, nosotros seguiremos luchando.
Porque como dijera Neruda, "podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera". Una primavera que no vendrá sola, que deberá ser asistida por miles y millones de personas. Por eso debemos decir como el camarada Eugenio Mesón: "No quiero lágrimas: ¡Acción, acción (...)!".

No hay lemas vacíos en la UJCE, en la Juventud Comunista. Esos lemas son las voces de la historia, los oprimidos del mundo convertidos ya en polvo, las gargantas desgarradas, los pechos firmes que recibieron el plomo de las balas, todos y cada uno de los seres humanos que sintieron las cadenas, todos y cada uno de los combatientes que caminaron bajo una bandera roja, todas aquellas personas que una vez pensaron: "un mundo mejor es posible", se levantaron y lucharon por alcanzarlo.

Esos lemas son los hombres y mujeres que en las cárceles más oscuras eran libres y dignos, porque lanzaban al aire un grito, que atravesó como un cuchillo la historia y el tiempo, que resonó en las gargantas de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, hasta que el grito anidó en el presente de nuestros pechos, donde se juntaron fraternalmente las voces de los olvidados, los oprimidos y los luchadores que han pisado la tierra desde el inicio de los tiempos.
Como una supernova explotan sus voces y sus memorias, y su fuerza sube por nuestra garganta, y todos ellos dicen con nosotros:

¡Organízate y Lucha!